Esta idea surgió en la Universidad Nacional del Litoral y la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas, ambas en Argentina, de la mano de dos científicos. Es que este país se encuentra entre los mayores consumidores de bebidas azucaradas. En promedio, una persona ingiere 130 litros de refrescos por año.
Más allá de este dato relevante en relación a las costumbres de los argentinos, lo cierto es que el desecho de la producción va a parar a las napas o los afluentes. Para evitar esto, se está trabajando en la creación de bioetanol, con el fin de tener energía basándose en los residuos.
El etanol es cada vez más usado como combustible, siendo más limpio y eficaz en los motores a nafta. Se consigue menos emisión de gases contaminantes y en este caso, menos desechos. Desde hace un tiempo se utiliza el maíz como materia prima para producir bioetanol, pero al ser un producto alimenticio sería como desperdiciar la comida.
Por ello es que los científicos de estas Universidades de Argentina planearon crearlo con los desechos de los refrescos, es decir, los que no llegan a los comercios por falta de gas o porque se han vencido.
En palabras sencillas, se estaría reciclando la bebida azucarada que no se beberá (y se arrojará a la basura) para crear combustible que luego servirá para hacer funcionar motores. Además, tiene la ventaja de que no es contaminante para el ambiente (es una energía limpia) y reduce muchos costos en los procesos de fabricación de vehículos, por ejemplo.
El mecanismo para crear el bioetanol con refrescos es el mismo que se usa con otras materias primas, mediante la fermentación usando levadura que consumen el azúcar y liberan etanol. Es lo mismo que ocurre con la cerveza o el vino.
El descarte de las empresas de refrescos es del 2%. Si se comercializan alrededor de 5 mil millones de litros por año, el desecho es de 120 millones de litros, aproximadamente. Lo que se traduce en 4 mil toneladas de bioetanol anual.