Al lado de la carretera Panamericana, a casi 600 kilómetros al norte de Santiago de Chile, se encuentra El Romero, la mayor planta de energía solar de América Latina y entre las doce más grandes del mundo.
Sus 775.000 paneles solares se extienden a través de la ondulada meseta del desierto de Atacama. Construido por Acciona Energía, el mes de noviembre El Romero comenzó a conectarse a la red nacional. Se estima que para abril debería llegar a su máxima potencia, generando 196MW de electricidad, suficiente para alimentar una ciudad de un millón de personas. Un tercio de su producción será comprada directamente por la filial chilena de Google, y el resto se alimentará en la red.
El Romero es una evidencia de la revolución energética que se está extendiendo por toda América Latina. La región ya lidera el mundo en energía limpia. Durante casi siete meses este año, Costa Rica funcionó únicamente con energía renovable. Uruguay también se ha acercado a eso. En 2014, el último año para el cual existen datos comparables, América Latina en conjunto produjo el 53% de su electricidad a partir de fuentes renovables, en comparación con un promedio mundial del 22%, según la Agencia Internacional de la Energía.
América Latina está ayudando a reducir las emisiones de carbono en todo el mundo, aunque también necesita hacer más para detener la deforestación.
Una de las ventajas es la dotación natural de la región. El Romero, por ejemplo, disfruta de 320 días de sol al año. Gran parte de América Latina está bien adaptada a la energía solar y eólica; por su parte Centroamérica y el Caribe tienen potencial geotérmico.
A nivel mundial, el progreso tecnológico y las economías de escala han reducido el costo de la energía verde. Una vez construidas, las plantas solares son mucho más baratas que las centrales térmicas para operar.
Países como Chile, Brasil, México y recientemente Argentina han modificado sus reglamentos para fomentar la energía alternativa sin tener que ofrecer subsidios.